jueves, 16 de diciembre de 2010

Un juego

Lo sabía. Sabía que esa persona que tenía al frente era cobarde. Lo sabía muy bien. Lo supo desde el primer momento... Pero jugó a pretender que era una falsa "primera impresión". Jugó hasta cansarse. Jugo hasta que el juego llegó a su fin. Y, al final, no ganó. Pero tampoco perdió.

Ahora, a las dos de la madrugada de este día jueves, se preguntaba la verdadera razón del por qué había decidido jugar ese juego. Justamente ese y, además, con una persona cobarde. No había argumento razonable y válido en ninguna de las siete respuestas que llegaron a su mente. Entonces lo supo: había jugado por jugar. Sin más. ¿Qué importancia tiene perder o ganar? Lo único realmente importante había sido jugar.

-¿Pero sólo quería jugar?
...Sí. Sólo un juego. Sin perder ni ganar.
-¿Y ahora, qué pasará ahora que el juego terminó?
Pues nada. Como debe ser.

***

Otro juego encontrará.

lunes, 20 de septiembre de 2010

No sé si llorar

La respiración se me hace cada vez más difícil. Quiero hablar, pero las palabras no me salen. Algo me lo impide. Las lágrimas quieren salir, pero no logran más que hacer difícil la visibilidad. ¡Eso es! No quiero ver, ni hablar. No puedo, y no quiero. Inhalo fuerte. Siento el viento sobre mi rostro, pero el aire no entra a mis pulmones. Me preocupo, me agito, me espanto...

No sé si llorar. Y tampoco sé si pueda.

martes, 14 de septiembre de 2010

Direcciones

V: y, ¿a dónde vivís ahora?
J: aquí por el monumento a la justicia.
V: por aquella figura.
J: ajá. Bueno, pasás la figura y, luego, te vas sobre esa calle. Y seguís, seguís...
V: ¿no hago el cruce aquel?
J: no. Seguís recto. Hasta llegar a una pluma.
V: ajá.
J: entonces, seguís recto. ¡No, no, no!
V: ¡¿qué?!
J: me equivoqué.
V: ¿entonces?
J: seguís recto, hasta llegar a un cruce obligado a la derecha.
V: ok.
J: de ahí, seguís recto, recto, recto...
V: hasta llegar a la pluma.
J: ¡exacto!
V: ¿y luego?
J: entonces, seguís recto.
V: ¿cuántas cuadras?
J: una, dos, tres... A la cuarta te metés. Hay un portón verde.
V: ¿es un pasaje?
J: sí.
V: ¿cómo se llama, o qué número es?
J: se llama como aquella playa.
V: ya. Bueno, tenés el don de guiar a la gente.
J: habría sido más fácil decirte que abordés el autobús 22, te bajás en la esquina de la empresa aquella, cruzás a la derecha y bajás tres pasajes. Te metés en el cuarto. El que tiene el nombre de la playa.
V: eso parece más fácil. En fin... Me voy.
J: bueno. Cuidate.
V: igual.

--"¡Ja! Como si algún día fueras, realmente, a ir de visita", dijo el sentido común--.

jueves, 26 de agosto de 2010

Se me olvidó que te olvidé

Dos segundos después de que envié el mensaje, me arrepentí. Claro, no había sido yo quien inició la conversación, pero las respuestas siempre significan un nuevo inicio. Así fue.

Tres segundos después de mi arrepentimiento, llegó su respuesta: no te he visto, porque vos no querés. Un nuevo inicio.

Y es que yo, definitivamente, había estado evadiendo cualquier tipo de comunicación probable entre ambos. Eso significaba la eliminación de llamadas a mitad de la noche, mensajes, propuestas de reuniones, y todo aquello que significara "un nuevo inicio". Entonces, me di cuenta: se me olvidó que te olvidé.

Olvidé que tus palabras ya no significaban algo importante para mí, olvidé que tu voz me desespera y sólo me hace querer escucharte más; olvidé que sólo el hecho de recordar esa mirada, tan cargada de propuestas audaces, me hacía callar y sonreír.

­Sólo espero poder recuperar pronto la memoria. No quiero olvidar que también ya estaba en el punto exacto para decir que nada de esto es importante para mí. Es que de verdad quiero creer que no lo es. Necesito creerlo. Necesito creérmelo.

P.D.: también te mando un beso. ¡A nuestra cuenta!

jueves, 8 de julio de 2010

Mentiras

Las "mentiras piadosas" son una farsa. En todo caso, serán mentiras egoístas. Y es que cuando mentimos lo hacemos por nosotros, por nuestro pellejo, por nuestros sentimientos, por nuestro orgullo, por las consecuencias que sólo nos perjudicarán (o favorecerán) a nosotros. Las mentiras son simplemente mentiras. Ni piadosas, ni justificadas, ni blancas. ¡Mentiras! Pero, no puedo negarlo, nadie puede vivir sin ellas.
***
Las personas mentimos porque sí. Sin razón alguna, o al menos no razonable. Sólo mentimos y ya. Pero lo que más nos gusta es recibir mentiras. Porque las mentiras, aunque nos duela saberlo, funcionan como un  salvavidas. Como narcóticos contra la dura realidad.

Las verdades duelen. Las mentiras también, pero son mentiras. Andamos por el mundo gritando que odiamos la mentira, la aborrecemos, la detestamos y muchos adjetivos más. Pero la necesitamos.  ¿Cuántas veces no hemos deseado desde las entrañas que una verdad fuera mentira? Y es que las mentiras siempre te dan un respiro, una esperanza, una oportunidad. 

Cuando alguien nos miente lo primero que pensamos es que nos quieren ver la cara de idiotas. Sin embargo, yo creo con firmeza que si alguien nos miente es porque somos importantes. Recibir una mentira no es cualquier cosa.

El que nos miente ha pensado cuidadosamente en cómo debe hacerlo, en las probabilidades de ser descubierto, en las consecuencias que esto le provocará, en qué pasará después, en qué nueva mentira debe crear y, sobre todo, en cómo resolver el problema y dejar de mentir. Porque, aunque lo disfrutemos, mentir hace mucho peso. 

Yo odio las mentiras, pero miento bastante bien. A veces he añorado que me mientan y, otras veces, he llorado por haber descubierto una. Pero no puedo negarlo: las mentiras son necesarias para la vida. Para una vida bien vivida.

P.D.: ¡Cómo quisiera mentirme y decir, convincentemente, que no me importa!

 

viernes, 25 de junio de 2010

Tres puntos suspensivos

Esa mañana, algo le decía a Sol que ella era una del montón. Una más. O quizás ni eso.

El reloj en la pantalla del celular marcaba la 1:35 de la madrugada. Lo notó, porque tuvo que verlo para leer el mensaje que había esperado hacía más de cinco horas. "Imposible mañana. Tengo... Problemas".

Esos tres puntos suspensivos la tenía como loca. Desde que leyó el mensaje, no había parado de pensar en ellos y, durante la mañana siguiente, fue imposible sacarlos de su mente. Había sólo dos posibilidades: o el remitente se había dado cuenta en ese instante (...) de que tenía problemas; o el mensaje era la base de una de esas plantillas prediseñadas que traen algunos aparatos móviles.

Pensaba en cada una de las posibilidades. Al mometno de leer el mensaje, lo primero que sintió fue molestia. Ya sabía que recibiría esa notificación, pero los puntos suspensivos hacían un gran peso en ella.

Imaginó el rostro del remitentne al momento de darse cuenta de que tenía problemas y plasmarlo en ese mensaje. Justo así, sin más. Simplemente se dio cuenta y lo puso. Pero la imagen del remitente seleccionando una plantilla prediseñada para sólo agregar una "actividad" a lo que seguía de los puntos suspensivos era mucho más clara. Lo pensó. Lo pensó e imaginó por más de 10 horas.

Luego de esa decena de horas, lo tenía muy claro. "Soy una plantilla prediseñada", se dijo, sin dudar del significado de sus palabras. Y es que Sol se había convertido en eso. En un mensaje que siempre está allí para el remitente, para ser usado cuando él lo quiera. Ese hecho, por supuesto, no le gustó. No le gustó nada.

No sabía si haberse dado cuenta de eso le hacía bien o no. Porque de no ser nada, algunos prefieren ser una plantilla. El punto importante era si ella quería o no serlo. Porque, a veces, ser plantilla prediseñada no es suficiente. No se es mensaje, ni se es único. Se es sólo una plantilla... ¡PREDISEÑADA!

miércoles, 23 de junio de 2010

Tres

El jadeo de placer que emitían los dos cuerpos sudorosos a su lado, no le impidieron a María pensar en el mañana. Es que ella lo sabía. Al momento de poner sus pies sobre el piso, todo habría acabado. Sabía que, luego de esa noche, luego de esos gemidos de placer, lo que viniera sería poco más que desastroso. A lo mejor había exagerado, pero algo le decía que pronto debía tomar una decisión dura, fría y, seguramente, mala. Porque son pocas las decisiones que no le hacen a uno arrepentirse en el momento mismo de haberlas tomado...

Pero eso sería mañana. Esa noche, María también se sumergió en el placer. Y no podía comprender cómo era posible tanto delirio en una sola cama. Pero le gustó. Sentía que...

- ¿En serio le gustó?, preguntó el sentido común.
- No lo sé, dijo aquel que adora interrumpir.

miércoles, 9 de junio de 2010

Resumiendo

En resumen: ¡la gente se cansa! La gente se cansa de estar a la espera donde ya no hay nada por esperar. La gente se cansa de tener esperanzas, sueños e ilusiones, porque a veces eso es una pérdida de tiempo. La gente se cansa de escuchar mentiras, porque las cree aún sabiendo que lo son. La gente se cansa de cumplir las reglas que alguien más impuso. La gente se cansa de sufrir, de llorar, de querer, de desear, de sonreír, de pensar. La gente se cansa de esperar por un abrazo, por un beso. La gente se cansa de saber y no actuar; porque la debilidad, a fin de cuentas, no es tan débil. La gente se cansa. Se cansa de estar cansada...

miércoles, 2 de junio de 2010

No más

Y, entonces, ella dijo algo que él no logró escuchar. Sus labios, de hecho, parecían haber lanzado dos besos en lugar de palabras. Eso lo mantuvo tranquilo durante su viaje de regreso al cielo. Era así, desde hacía unos pocos días, cuando las cosas cambiaron. 

El quinto día, él siempre regresaba del cielo al infierno (antes era lo contrario: regresaba del infierno de las ganas de volver, al cielo de su presencia. La presencia de ella). El quinto día, las ganas le invadían. El sexto, las saciaba. El séptimo empezaba a extrañarlas, y el octavo (porque en esta historia no hay 'primeros') las ganas reaparecían. 

Ahora, un día sin nombre ni número, podría ser 'EL DÍA'. El de él. Ese día para tomar decisiones (o fingir que las toma, en vista de que ella ya lo hizo por él). Pero este día, 'EL DÍA', podría ser el 'NO DÍA' para ella. Porque, igual, los días son de unos, mientras no sean de otros. Del mismo modo, ella ya no era de él, ni él de ella. Algunos días, sin embargo, pueden llegar a ser de todos. Aunque el quinto día, sin duda, ya no será el mismo para él.

Y ella lo va a extrañar.

sábado, 10 de abril de 2010

Una Coca Cola, por favor

Había llegado tarde a una historia que ya me llevaba 12 abrazos y varios besos de distancia. Sin embargo, todo era fácil. Fácil de entender. Es algo así (que no lo es, pero se parece):

***
La Querida:

" Tengo adicción a la Coca Cola. Un día, voy a comprar una caja llena de ellas. Por ahora no tengo el dinero, tampoco tengo trabajo, ni un lugar a dónde guardarlas y no hay una empresa de The Coca Cola Company en mi país. Mucha Coca Cola me hace daño. Yo la quiero a ella, pero ella no me quiere a mí. Me hace mal. Igual, me compraré una caja.

- - -

Ayer, alguien me trajo desde muy lejos una lata de mi bebida dañina favorita. Y yo, claro, no la acepté. Yo quiero mi caja".

***

Entonces:

Estimada Querida: cuando uno tiene un antojo listo para ser saciado, uno lo toma y lo disfruta. Si no, llega otro con más antojo y más inteligencia. Luego tendrás que esperar a que la Coca Cola se instale en el país. Para hacerte daño, claro.

Yo sí sé lo que quiero. En fin... ¡Una Coca Cola, por favor!

sábado, 3 de abril de 2010

Al Sr. Brown:

Como bien sabés mejor que yo, el día esperado (y confundido en el pasado con otros días) llegó: el Y encontró a su X.

La alegría me invade.

¡Enhorabuena!

lunes, 15 de febrero de 2010

Te amo

La otra noche estudiaba mi nuevo celular. Buscaba algunas "opciones" en el envío de mensajes, que es mi especialidad. Pues bien. Allí estaba, en la carpeta de plantillas predeterminadas. Era la frase que, en lo personal, siempre me había parecido absurda: "Yo también te amo".

Y es que eso de "yo también" siempre me sonó a que la otra persona no tiene nada qué decirme. Me suena a que no sólo no tiene las palabras adecuadas; sino que, además, cae en lo común. Y lo común, como ya es sabido, no le hace bien a nadie.

Me puse a pensar en las probabilidades de que cada vez que alguien escribe "de todo corazón" un 'Te amo', la respuesta que recibe radica en la habilidad de presionar un botón que te lleve a plantillas prediseñadas, digitar el número del "ser amado" y presionar el botoncito verde. ¡Y listo!

Yo, personalmente, prefiero un beso de respuesta. Un abrazo, un silencio, una mirada, una sonrisa delatora. Algo efímeramente sublime, pero más real que un "yo también". Mucho más.


P.D.: creo que no te amo.