Dos segundos después de que envié el mensaje, me arrepentí. Claro, no había sido yo quien inició la conversación, pero las respuestas siempre significan un nuevo inicio. Así fue.
Tres segundos después de mi arrepentimiento, llegó su respuesta: no te he visto, porque vos no querés. Un nuevo inicio.
Y es que yo, definitivamente, había estado evadiendo cualquier tipo de comunicación probable entre ambos. Eso significaba la eliminación de llamadas a mitad de la noche, mensajes, propuestas de reuniones, y todo aquello que significara "un nuevo inicio". Entonces, me di cuenta: se me olvidó que te olvidé.
Olvidé que tus palabras ya no significaban algo importante para mí, olvidé que tu voz me desespera y sólo me hace querer escucharte más; olvidé que sólo el hecho de recordar esa mirada, tan cargada de propuestas audaces, me hacía callar y sonreír.
Sólo espero poder recuperar pronto la memoria. No quiero olvidar que también ya estaba en el punto exacto para decir que nada de esto es importante para mí. Es que de verdad quiero creer que no lo es. Necesito creerlo. Necesito creérmelo.
P.D.: también te mando un beso. ¡A nuestra cuenta!
jueves, 26 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario