Era el segundo mensaje que interrumpía mi lectura esa noche. Hacía frío, pero no me molestaba tanto como haber perdido la línea de la lectura de uno de los libros que más me ha cautivado. Traté de ignorar la luz, que es casi imposible de ignorar, de mi celular. Esto de la comunicación y las tecnologías comieza a molestarme.
El mensaje, como ya lo anunciaba la diminuta pantalla del aparato que hace mucho es "parte de mí", no era del mismo remitente que el primero. Era del señor Brown y, como casi siempre, registrado a las 11 de la noche. En punto.
Él es una de las pocas personas de las que no me molesta que me intertrumpan. Tampoco le molesta a mis álter egos. Ni a mi otro yo. Es, simplemente, una de las mejores personas que he conocido.
Su mensaje me llamó mucho la atención, al menos a mí, que desde hace mucho siento que mi vida no goza de esas emociones a las que otros están acostumbrados... y hasta cansados.
- "Me encanta tomarla de la mano", decía.
Hace algún tiempo, digo "algún" porque definitivamente la retención de fechas no es mi fuerte, que me veía venir un mensaje como este. ¿La razón?, pues porque lo conozco, sin temor a equivocarme, como a la palma de mi mano. Con todas sus líneas desordenadas, su aspereza y la certeza de que no cambiará, ni la cambiaría yo, por nada de mundo.
El mensaje del señor Brown abrió mi imaginación, la poca con la que fui dotada. Además, y en vista de que no había más narración por medio de mensajes, luego de esperar 10 minutos y percatarme de ello, me dió pauta para despejar un poco la mente esa noche y agregarle "conflicto", como si necesitara más, a su frase. ¿Qué será lo que en realidada le encanta? ¿Será su mano o la sensación de desmayo que le causa cuando la sostiene o, más aún, cuando siente que la pierde? No encontré respuesta alguna. Seguro él sí, aunque no se percate de ello.
La situación es un tanto complicada, y no porque él lo quiera así. De hecho, él muestra mucha seguridad. Lo inseguro, pues, es la otra parte. O la otra palma que se encuentra con la de él algunas noches y, otras, trata de fingir que no la siente.
El sueño me venció. No logré hacerle las preguntas, de las que ya sabía la respuesta, al señor Brown aquella noche. Ni al día siguiente. Ni el que le siguió.
Pasaron unos cuatro días para que otro mensaje, a las 11 de la noche en punto, se registrara en mi celular. "La amo", decía. Pero, a diferencia del anterior, este me desconcertó. No por la frase, ni por la hora, ni por la sensación de cuando alguien "habla por hablar". Me desconcertó porque, a pesar de esa sensación, en el fondo (ni tan "al fondo") me parecía cierta. Con mucho sentimiento alegre y, paradógicamente, con mucha melancolía.
Puede ser que la sensación de "melancolía" haya sido producto de mi otro yo. Pero, también, pudo haber sido la respuesta a una historia conocida. A conocer el otro lado del mensaje. La fatalidad de la frase.
- ¿Fatal?, preguntó mi otro yo.
- ¿Cómo le llamás a un sentimiento que, en su punto de inicio, debés dar por concluido?, le dije.
No me contestó. Y yo, temiendo haberme equivocado con la respuesta y la palabra utilizada, abrí mi libro y me sumergí en el talento indiscutible del autor.
domingo, 17 de agosto de 2008
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1 comentario:
como??? es q acaso el sr brown sigue con su mentalidad equivocada de un futuro siempre??? sin dejar el pasado? tratando de insultar al presente para "asegurar" un futuro?????..... hay mr Brown...
"¿Será su mano o la sensación de desmayo que le causa cuando la sostiene o, más aún, cuando siente que la pierde? No encontré respuesta alguna. Seguro él sí, aunque no se percate de ello.
La situación es un tanto complicada, y no porque él lo quiera así. De hecho, él muestra mucha seguridad. Lo inseguro, pues, es la otra parte. O la otra palma que se encuentra con la de él algunas noches y, otras, trata de fingir que no la siente."...
Gracias V.
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