- Buenas, ¿me permite hablarle de...
- No. Disculpe, llevo prisa. Gracias.
- ¿Pero, usted cree?
- Sí, creo.
- ¿En qué cree?
Entonces, Sol guardó silencio y bajó la mirada un segundo. Luego la subió a las nubes dos segundos más. Miró fijamente a los ojos de la persona cuestionadora que tenía frente a ella y lo supo. Era la mejor respuesta que pudo dar en ese momento:
- ...Creo en la muerte.
*******
A veces recuerdo a mis muertos. A todos. Recuerdo sus sonrisas, sus voces, sus miradas, sus mañas, sus caricias y sus pensamientos sobre algunas cosas. Entonces, me entra el pánico y me cuesta respirar. Me da miedo. Me da miedo olvidar.
Temo empezar a olvidar sus rostros, sus voces, sus caricias, sus miradas. Me da miedo olvidar aquellas sensaciones de los momentos felices que compartimos. Temo olvidar los detalles. Es un miedo intenso, que presiona el tórax hasta hacer que las lágrimas broten de los ojos sin parar. Miedo.
Creo en la muerte. Creo que es la liberación de este mundo cada vez con menos sentido. La muerte es nuestro destino, lo único cierto desde el momento en que nacemos; porque, aunque no queramos, ella nos espera. La muerte es el futuro. Pero también creo que es un renacer.
La muerte es una de las pocas cosas en este mundo que no puede negarse. Está allí, y es "la muerte" desde cualquier punto de vista.
Pero, ¿qué pasa cuando no estamos listos para renacer, para liberarnos? ¿Cómo sabe la muerte en qué momento debemos acompañarla a nuestro destino final? ¡¿Cómo putas sabe la muerte que es momento de abandonar el cuerpo?! ¡¡¿Cómo sabe la muerte que los que nos quedamos a su espera estamos listos para ver partir a los demás?!!
Hay muertes que los que quedamos ya hemos previsto. Hay muertes obvias. Incluso, hay muertes necesarias, de esas que uno agradece, en honor al cese del sufrimiento. Pero hay otras que uno no puede aceptar. Muertes que nos parecen injustas. Muertes que nos negamos a entender. Y es cuando dejamos todo en el argumento del "destino". ¿Pero cómo el destino puede ser tan ilógico, tan desigual, tan cínico?
"Llorar por la muerte es faltarle el respeto a la vida", decía Facundo Cabral. Pero... ¿cómo dejo de llorar? ¿Cómo hace uno para no temer? ¿Cómo hace uno para quitarse esa presión del pecho? ¿Cómo hace uno para respirar, para evitar que las lágrimas salgan sin medida de los ojos? ¡¿Cómo putas hace uno?! ¡¡¿CÓMO?!!
*
Algunas muertes, lo admito, me han tranquilizado el alma. Me entristecen, pero me parecieron justas, necesarias, asimilables. Sin embargo, han habido otras que no comprendí ni comprenderé. Muertes que han despertado en mí sentimientos nunca antes experimentados. Entonces, recuerdo, sonrío, lloro y temo.
Ahora, creo que he conocido el verdadero sentimiento de tristeza. Duele. Duele profundamente y aún más allá de lo que uno siente. El dolor de la tristeza no tiene límite. Y el miedo tampoco lo tiene.
lunes, 9 de abril de 2012
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