jueves, 2 de julio de 2009

Sima

Siempre llego al mismo punto. Al punto en que inicié, por haber terminado igual la vez anterior. Es un círculo. ¿Círculo? Más bien es un vicio. Como el de inhalar profundo cuando pasa alguien con una colonia que nos recuerda a otra historia. Sí, otra historia... ¡Ah, historias! Buenas, malas, peores, maravillosas y repugnantes. Historias. De esas que fingimos querer olvidar. Esas que son adictivas, embriagantes. Historias. Historias que nos dejan llenos y fingimos que han dejado un vacío. Historias que repetiríamos una y otra vez, con el pretexto de que nos han ayudado a ser "mejores personas", cuando la intención real es no dejar de sentir esa sensación muy parecida al sufrimiento. Porque sufrir puede llegar a ser un placer. Placer... ¡Placeres! De esos que son profundos, fuertes, formidables, inimaginables, incontables, desbordantes, indescriptibles... y falsos. Pero placeres al fin. De esos que generan vicio. Un vicio circular.

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