Eran las 12:50 de la madrugada. Trataba de concentrarme en mi lectura, pero (como nunca antes con tal intensidad) me fue imposible. No había ningún ruido en la calle que me interrumpiera, ni mensajes al celular, ni pensamientos en mi cabeza queriendo escapar, ni el sentido común queriendo impedir mis divagaciones, cada vez más repetitivas; ni el sonido insoportable de la segundera del reloj viejo que está en la sala. Simplemente era la noche perfecta para leer. Sin embargo, algo en mí no dejaba que me concentrara y, en vista de que el sentido común y mi otro yo se habían dado a la fuga, decidí levantarme y escribir. A la una de la madrugada.
Me senté frente a la computadora y no supe qué hacer. Mis manos sobre el teclado estaban sólo acariciándolo, mientras trataba de ordenar las ideas en mi cabeza. No lo logré. Seguramente se debió a mi mala organización... o a mi mal hábito de cambiar, sin previo aviso, de un pensamiento a otro. Así fue. Mientras pensaba en las situaciones complicadas de la vida, se vino a mi mente una plática de la tarde anterior. Una plática con mi otro yo.
Hablábamos sobre las desiciones que nos son impuestas en la vida, sobre todo mediante la presión social. Que si soy bueno o malo, que si negro o blanco, que si creer o no, que si soy fiel o no lo soy, que si quiero placer o formalizar, que si bebo o si me mantengo sobrio por el resto de mi vida, que si lo digo o me lo guardo, que si razono o actuo, que si me arrepiento o doy el tema por concluido, que si finjo o me confieso. En fin, tantas cosas por decir. No logramos llegar a un acuerdo mutuo. Por algo somos tan diferente.
Entonces, vinieron a mi mente esas opciones que crean conflicto ante la sociedad. No sé si era la ansiedad que algunas veces me envuelve y deja que salga lo primero que viene a mi mente, pero todo eso me pareció una mierda. Es decir, lo importante es vivir. Y no sólo vivir, sino vivir lo más apegado posible a la manera en la que se quiere vivir. "Que todo lo malo se paga", pues qué importa. Repetiría todas y cada una de esas cosas, así tenga que pasar la vida, y lo que siga, "pagando" por ellas.
No me importaría, pero jamás me perdonaría haberme negado los placeres de la vida. Esos a los que la sociedad decidió imponerles la viñeta de "malos". ¿Que si no es una manera alocada y descarriada de ver la vida? Pues puede ser, para algunos. Para mí es vivir cada segundo a mi manera.
Que si quiero un café latte, pues bebo un café latte; que si quiero ser amante, pues disfruto siendo amante; que si quiero ser fiel y responsable, pues soy fiel y responsable; que si quiero creer, pues seré la persona más creyente; que si quiero emborracharme, pues lo hago; que si quiero dormir de día y "vivir" de noche, pues también lo hago; que si quiero llorar en el lugar y en el momento en que se me antoje, pues también.
- ¿Y qué pensás que va a decir la gente?, preguntó mi otro yo con un regreso sorpresivo.
- Nada, respondí. La gente no va a decir nada, sin que antes ( o después de algún tiempo) le invada la envidia y decidan vivir, no como yo, sino como ellos lo decidan. Y entonces, ni antes ni después, no me va a importar lo que piensen.
- Libre albedrío, dijo el sentido común. "Lo que venga después es sólo una consecuencia... como todas las cosas de la vida".
jueves, 4 de septiembre de 2008
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