jueves, 6 de enero de 2011

Mesa para dos

Yo brindo por vos, dijo él. Yo brindo por vos, dijo el otro. Yo brindo por él, dijo ella.

Entonces, nadie sabía a cuál de los dos se refería ella. Si a él o al otro. Lo cierto era que ninguno de los dos sabía con certeza quién de ellos era 'él' y quién 'el otro'. De igual manera, alzaron sus manos y brindaron. Las tres copas hicieron un sonido placentero. Casi como símbolo del cierre del mejor trato que puede haber en el mundo.

Decidieron sentarse, luego del primer trago de vino. Pero entonces, y sólo entonces, se dieron cuenta de que hacía falta un asiento (o quizás lo que pasaba en realidad era que uno de ellos sobraba).

Llamaron al mesero y pidieron una silla adicional.

"Esta es una mesa para dos", les respondió, y se fue sin esperar algún otro tipo de petición.

Así era. Ahora tenían un problema. Había tres personas, con tres copas llenas de vino y una botella por vaciar... ¡En una mesa para dos!

Ella tomó asiento. Les observó detenidamente y les sonrió. Tomó su copa y bebió con placer. Estaba tranquila. Y es que el problema no le pertenecía. En esa mesa había un lugar seguro para ella. Lo demás no era digno de preocupación. Y, al parecer, tampoco le importaba. Igual, ellos siempre iban a estar allí. Aunque eso significara que uno de los dos tendría que sentarse en el suelo. Pero ese tampoco era su problema.

***

Empecé este texto hace más de un mes y, desde hace una semana, no sé cómo continuar. Ahora lo tengo claro: esta historia no tiene fin. Lo cierto es que, quizás, tampoco tuvo un inicio. Un inicio verdadero.

Son así estas situaciones triangulares. Uno nunca sabe con certeza si en ese juego uno es 'ella', 'él' o 'el otro'. Lo único verdadero es que todo ocurre en una mesa para dos. Lo que significa que uno (él o el otro) debe quedar a la espera. Y esa espera puede no tener fin... Como esta historia.

Durante el recorrido de la vida, todos llegamos a ser 'ella', 'él' o 'el otro' en algún momento. Lo preocupante es no saber en qué momento termina ese ciclo. Y es que, si no nos damos cuenta a tiempo, podemos terminar como esta historia: sin un final. O lo que es peor: sin un buen final.

Yo sólo espero poder recibir inspiración (o fortaleza, que viene siendo algo muy parecido) para poder terminar lo que empecé (si es que en verdad empecé algo). Al fin y al cabo, la gente siempre recuerda los finales, más que los inicios.

P.D.: ... Un día, "el otro" se cansó de esperar y pidió una mesa para uno. Una cómoda y espaciosa. Más una botella de vino. Y la copa ni siquiera era necesaria.