Lo sabía. Sabía que esa persona que tenía al frente era cobarde. Lo sabía muy bien. Lo supo desde el primer momento... Pero jugó a pretender que era una falsa "primera impresión". Jugó hasta cansarse. Jugo hasta que el juego llegó a su fin. Y, al final, no ganó. Pero tampoco perdió.
Ahora, a las dos de la madrugada de este día jueves, se preguntaba la verdadera razón del por qué había decidido jugar ese juego. Justamente ese y, además, con una persona cobarde. No había argumento razonable y válido en ninguna de las siete respuestas que llegaron a su mente. Entonces lo supo: había jugado por jugar. Sin más. ¿Qué importancia tiene perder o ganar? Lo único realmente importante había sido jugar.
-¿Pero sólo quería jugar?
...Sí. Sólo un juego. Sin perder ni ganar.
-¿Y ahora, qué pasará ahora que el juego terminó?
Pues nada. Como debe ser.
***
Otro juego encontrará.
jueves, 16 de diciembre de 2010
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